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Mis Cosas

La Parada

 

Paulo:

Me llamo Paulo, llegué a España hace dos décadas desde Brasil y monté un negocio de logística que hoy, es una de las empresas más exitosas en Galicia. Estoy en un tren con destino a Compostela que se ha detenido, debido a un accidente en un paso a nivel cercano. Dicen que la espera será de al menos media hora.

Me acerco a la ventana y veo un pequeño parque separado de las vías por una alta valla metálica. Un majestuoso roble está siendo evaluado por un grupo de trabajadores, liderados por un hombre con chaleco amarillo. Me preocupa que quieran talarlo. Es una joya natural que merece ser preservada.

Al fondo, veo una mujer salir de un supermercado. Se acerca a los trabajadores del parque. Intercambia algunas palabras que yo no puedo oír. Mira hacia el tren. Cuando se percata de que la estoy observando, su expresión se vuelve más seria. Deja las bolsas de la compra en el suelo y se acerca. Se apoya en la verja, a solo unos metros de mí. Su mirada me hace sentir incómodo. Tratando de ser amable, levanto la mano y la saludo. Entonces, la mujer pone los ojos en blanco y cae desmayada.

Sara:

Mi nombre es Sara. Hace apenas dos meses una de mis hijas me trajo desde Colombia para ayudar en la crianza de mi nieta. Hoy, después de hacer la compra, me adentro en el parque. Al fondo, se divisa el tren.  Está esperando que retiren los restos de un accidente en el paso a nivel. Unos obreros rodean un Roble centenario, hablando en un lenguaje que me resulta ajeno. Me acerco con curiosidad y les pregunto si planean talar la majestuosa criatura. Para mi alivio, me aseguran que no es así. Solo quieren trasladarlo a otro rincón del parque.

Algo atrae mi atención hacia el tren. Un hombre, tras la ventana, me observa. Sus facciones me resultan familiares. Es imposible. No puede ser. Abandono las bolsas y me acerco a la valla, tratando de verlo mejor. El hombre con el que me casé hace más de 30 años. Que me prometió una vida mejor en Brasil. Y el mismo día que paria a su tercera hija, desapareció sin dejar rastro, llevándose todos nuestros ahorros. Pero no puede ser él. Parece bien conservado para serlo.

Levanta su mano y me saluda con una sonrisa. Veo que le falta parte del dedo meñique y su tatuaje en la muñeca, es el mismo que recordaba.

FIN