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Mis Cosas

Diario del Confinamiento

 

Día 5

Ha sido como una semana de vacaciones, no sé cómo pasaré el resto de los días. Pero estos primeros cinco fueron bastante buenos, he leído más de lo que leo en una semana normal y me visto todas aquellas pelis que tenía pendientes.

Vivo solo, en un edificio de tres plantas con seis viviendas. El edificio es casi reciente y solo hay alquiladas dos viviendas, la mía en la segunda planta y la señora Carmen que vive en el primer piso, también sola. El resto está vacío.

Los bajos están también sin alquilar, así que, aunque no puedo salir y mis ventanas dan al patio interior, tengo la libertad de moverme por todo el edificio hasta la terraza y salir a la misma, a tomar el sol o a realizar pequeños paseos.

Un supermercado a solo cien metros y donde encuentro de todo, menos el papel higiénico que escasea, así que me limpio con servilletas de papel, que por lo menos hay existencias de sobra.

 

Día 10

Ayer vino una ambulancia al edificio y se llevaron a la señora Carmen, no sé cómo se contagió, pero creo que se saltaba la cuarentena todos los días para ir a misa. Entraban por la sacristía como si fuesen delincuentes. La puerta principal de la iglesia está cerrada y parece que las autoridades, o no se enteran o hacen la vista gorda.

He hablado por teléfono con mi empresa y recibí una mala noticia. Los muy cabrones no me incluyen en un ERTE, como estaba con un contrato de seis meses y este terminaba a finales de este mes, me pagan el mes completo y me rescinden el contrato. Aparte de estar en cuarentena, además estoy en paro.

 

Día 20

En el súper me dijeron que la señora Carmen ha muerto, ocho días en la UVI, totalmente sola. No la conocía muy bien, aunque siempre charlábamos un poco cuando nos encontrábamos en el portal.

Procuro salir lo imprescindible, una vez a la semana al súper. Incluso congelo el pan para no tener que salir a buscarlo a diario.

Hace una semana que no para de llover y no puedo salir a la terraza. Ayer fue mi cumpleaños y me sorprendieron los vecinos del otro lado del edificio que, a las ocho, salieron a aplaudir al patio y no a la fachada principal, y luego me cantaron el cumpleaños feliz. Se me saltaron las lágrimas. Como coño sabían la fecha de mi cumple.

 

Día 30

Ya comienzo a estar hasta los cojones de estar encerrado. Ya he limpiado la casa de arriba abajo (le hacía falta una buena limpieza), he fabricado pan y he aprendido al menos una veintena de recetas nuevas. Hamburguesas caseras, lubina a la naranja, torrijas, tarta de queso, natillas, croquetas y hasta me he atrevido con unos buñuelos que no me han salido mal. Ahora tengo que subir y bajar más veces las escaleras, como siga comiendo así cuando esto termine no saldré por la puerta.

Me estoy quedando sin dinero en el banco y tampoco tengo mucho en efectivo, Espero que me envíen pronto los papeles de la empresa para solicitar el subsidio de desempleo.

Esta tarde mientras bajaba por las escaleras haciendo mi ejercicio diario, a la altura del cuarto de contadores me pareció ver una sombra. Incluso llame en voz alta para ver si había alguien allí, pero eso es imposible, la puerta de entrada solo se abre desde el interior y el único que estoy en el edificio soy yo. Podría ser el propietario, pero no vive en la ciudad y no creo que venga durante el confinamiento, al menos es lo que me dijo.

 

Día 40

Cuando estaba hablando con el propietario del piso por el móvil, se cortó la llamada y me quede sin línea. Conseguí hablar con la compañía. Los cabrones me cortaron el teléfono por falta de pago. No me pueden cortar la luz ni el agua (según el gobierno), pero nadie dijo nada del teléfono. La empresa no me ingresó el sueldo ni me envió los papeles para cobrar el paro. Ahora además de confinado estoy incomunicado. Los del súper fueron muy amables y me dejaron llamar a la empresa, me dicen que cuando todo esto se acabe me pagan en efectivo, que la empresa está cerrada y no hay nadie para hacerme el pago ni los papeles que necesito. Les explico mi situación y me aseguran que van intentar hacerme el pago cuanto antes, pero no me garantizan nada.

A los tres días volví a llamar (Gracias al personal del supermercado) y me dicen que me han enviado los papeles del paro, pero que el dinero tendrá que ser en efectivo al terminar la cuarentena, que no pueden hacerme transferencia mientras no firme los papeles del fin de contrato.

Al no tener línea, no puedo leer el correo ni enviar los documentos a la oficina de empleo. Volví a ver una sombra moverse, esta vez en mi propia casa. O al menos me pareció verla, como si fuese de la cocina al baño. La vi durante un breve instante por el rabillo del ojo, pero estoy casi seguro que era una sombra.

 

Día 50.

Estoy subsistiendo con lo que tengo en el congelador, solo hago una comida al día y deje de hacer ejercicio para no consumir energías. En el súper (muy majos) me dejan comprar a crédito, pero no quiero pasarme en la compra y solo compro lo imprescindible. Esta vez vi la sombra perfectamente y casi me cago encima. Como si hubiese una persona en el edificio, pero solo vi su sombra, era la silueta de una persona subiendo por la escalera hacia la terraza. Me armé de valor, cogí un cuchillo y fui tras él. Tenía que estar en la terraza, no hay otra salida, pero allí no había nadie, la recorrí por todos los lados y no vi a nadie. Ya comienzo a pensar que el confinamiento y la dieta me están pasando factura. Si comienzo a ver alucinaciones, esto pinta mal. Hace un calor de mil demonios, al menos estamos a 40 grados en la terraza. El sol golpea de pleno y parece que el pavimento está ablandándose. Menos mal que en casa tengo aire acondicionado, allí no me entero del calor. Sistema aerotermia, lo mejor para el calor y el frio, un invento del futuro que ya funciona. Es una de las cosas de las que no me arrepiento de haber comprado, no las tenía todas conmigo cuando el vendedor me lo estaba explicando, pero estaba en lo cierto. Una temperatura constante y agradable.

Cuando ya salía de la terraza hacía la escalera, la vi. Al fondo, cerca de una de las chimeneas. La sombra se proyectaba en el suelo, era una silueta humana, pero no había ninguna persona, solo la sombra. Debido al calor, la sobra parecía difuminarse a ratos, como si fuese una sombra de vapor oscuro. Era algo irreal. Mirase como se mirase, aquella sombra tenía por fuerza que tener una persona pegado a ella. Me acojoné de tal manera que salí corriendo de la terraza y me encerré en mi casa.

               

Día 60

Desde hace tres días tengo fiebre y me cuesta respirar. No lo entiendo, las pocas veces que salgo, lo hago con una mascarilla de las buenas, con guantes desechables, me limpio las manos con el gel hidroalcohólico, tanto al salir de casa como al entrar y procuro no tocarme la cara con las manos. Al único sitió que salía era al supermercado, ahora me llaman al timbre y me dejan en la entrada una bolsa con unos pocos de productos, saben que no bajo a comprar porque no sé si podré pagarles y el encargado me dijo que no me preocupase, no me comentó nada más, pero como no pasaba por allí, decidieron dejarme una compra cada tres días en el portal.

Tengo frio, mucho frio, y en cambio siento como si me quemasen por el interior. A pesar de que tengo en casa la temperatura ideal, ahora no la noto. Solo frio. Un frio febril y enfermo.

La sombra me acompaña casi todo el día, está en mi casa (o en mi cabeza, no lo sé), la veo salir dirección a la calle y unas horas después regresa y se acomoda en mi casa. A veces sentada en la cocina, otras veces la veo en el salón, como si viese la tele. Se asemeja a una persona dibujada en el aire de un color gris oscuro, aunque cuando le da la luz de manera directa desaparece para aparecer al cabo de un rato. Ya no me asusta, aunque me incomoda un poco. Si quisiera hacerme daño ya lo haría hecho antes.

 

Día 65

Hoy me encuentro muy mal. Casi no puedo respirar, el Paracetamol ya no me baja la fiebre. He vomitado lo poco que tengo en el estómago y el dolor de cabeza es bestial. No tengo teléfono ni manera de contactar con nadie. Tengo que salir para ir a un hospital. No quiero morirme solo.

Mareado y muy débil conseguí abrir la puerta de la casa y salir a las escaleras, aquí me fallaron las fuerzas y me desmayé. Cuando desperté me fui arrastrando por las escaleras hasta llegar a la planta baja. Después de quince minutos conseguí ponerme lo suficiente erguido para abrir la puerta de la calle. Me quedé allí, en la entraba bajo el sol del mediodía. Un sol que quemaba y se agradecía, aunque el frio de la fiebre no cesaba. No sé cuánto tiempo paso hasta que llegó una ambulancia, seguramente avisada por algún vecino. Dos enfermeros enfundados en unos buzos blancos y protegidos de tal manera que apenas se le veían los ojos. Me hablaban, pero yo no escuchaba. Me subieron a una camilla y fue cuando me di cuenta de que no proyectaba sombra alguna. Se veía la silueta de la camilla proyectada en la pared del edificio, pero no mi sombra que estaba sobre ella. Moví la mano para comprobar que era solo una ilusión, un efecto óptico, pero en el reflejo de la pared no se movió ninguna mano. Me quise incorporar cuando me subieron a la ambulancia y antes de que el enfermero, muy suavemente, me obligó a tumbarme, pude ver la sombra, estaba sentada en la acera y parecía difuminarse.

Entonces lo entendí todo: Había sido contagiado por mi propia sombra.

FIN